jueves, 21 de julio de 2011

Desde la cama I

5 vueltas carnero
80 vidas ideales dibujadas en el techo
300 son las tablitas de madera
4 son las vigas de mi cielo
4 ya son las horas de insomnio
5 los renglones ya escritos
Interminable el odio a esta cama

Imposible es determinar la mezcla de sentimientos.
Sentimientos, al lavarropas y a girar, que el insomnio hay que lavar, es imposible protestar, no te podes quejar, contra su poder no podes reclamar, única salida imaginar, y si de verdad pensás escapar, acabaras por tu empresa resignar.

Podes levantarte y empezar a hacer pozos en el jardín. Como hizo un loco amigo mio. A medida que acumules noches de insomnio capaz llegas a la China, lo cual significaría que nunca mas tendrías que dormir. Cuando acá sea de noche te cruzas a oriente, cuando en oriente sea de noche te cruzas a la Argentina.

Te voy a contar la historia de este loco amigo mio. El loco del sueño.

Por el barrio se cuenta que después de su paso por el manicomio a causa de los pozos en el jardín, el loco del sueño (así le decían las viejas chusmas) empezó a caminar por las calles de noche, patrullando en busca de aventuras y sonando su cuello a causa de las contracturas producto del horripilante y espantoso fantasma del insomnio. La verdad es que nadie lo vio nunca por las noches, pero si es cierto que todas las mañanas el loco del sueño estaba parado contra el árbol de la esquina fumándose un pucho eterno.

Le ardían los ojos al parpadear. De vez en cuando le caía una lágrima de bostezo, mezcla de bronca, falta de sueño y mucho tiempo con los ojos abiertos.

Durante años el loco y su locura compartieron el árbol con el pucho. A algunos le causaba miedo y a otro gracia pero la verdad es que cuando al loco se lo trago la tierra, o la noche para ser mas exactos, ese árbol de la esquina que patrulla el barrio también murió. De un día para el otro el árbol y el loco desaparecieron del barrio.

Al loco lo enterraron en la plaza, porque eso se hace con la gente que muere de loca y sin haber dormido nunca. En cambio el árbol se torno de un color del todo gris y nunca mas tuvo una hoja. Si, murieron los dos como los finales tristes de las películas que nunca vi. Y ahí en la esquina quedo el árbol para hacernos acordar del loco siempre que pasemos por ahí.

La señora de ruleros, la mas chusma y despreciable vieja del barrio, era la supuesta dueña del árbol (eso dijeron los papeles, aunque el verdadero dueño siempre fue y sera el loco) y decidió tirar abajo el monumento gris al loco y en su lugar poner una planta nueva. Con los años, en el lugar del viejo árbol, creció uno nuevo.

Es motivo de discusión, hasta hoy, porque el nuevo árbol también es gris y porque de su tronco parece que se desprende la figura de un hombre. Como si el loco siguiera apoyado contra el árbol, pero esta vez el loco fuera parte del mismo. Algunos atribuyen el extraño color del nuevo árbol a las cenizas eternas que desprendía el eterno pucho del loco, que fueron a caer sobre la tierra del viejo,que ya son la esencia de la locura del insomnio.

Y hoy te mira desde la esquina, gris ceniza de pucho, mirándote desde donde lo mires, patrullando el barrio, queriendo dormir. El loco del sueño.

2 comentarios:

  1. "Si, murieron los dos como los finales tristes de las películas que nunca vi." Un aplauso para esa frase. Felicitaciones!

    ResponderEliminar
  2. a quien le quepa el saco estetico que se lo ponga , no?

    ResponderEliminar