Llega un momento en que la gente conoce su extremo. Esta es la historia de una persona que, como pocas personas, conoció su extremo.
Cuando Arlos aprendió que no tenia que borrar, conoció su extremo. Lleno vidas vacías de magníficos caleidoscopios, visores de almas llenos de colores, sabores, texturas, aromas y hedores de vidas ajenas pero de almas propias que pasaron o pasarán pero que, como sea allí estaban.
Aquello que el caleidoscopio mostrara sería siempre diferente, original, fresco, nuevo. No importaba ya, que tipo de elevación inconsciente fuera descargada en el papel ya sea en forma de dibujo, texto o mezcla de ambos. Arlos descubrió que su mente muchas veces calculadora, fría, casi matemática, podía llevar la nada a una nada llena de todo.
Con el tiempo descubrió que podía crear, mundos paralelos al "real", con personajes tan imperfectos como su parte no consciente lo permitiera. Que para volar no necesitaba alas, necesitaba una mente y la voluntad de silenciar esa obsoleta rigidez que te impone el consenso, la consciencia, el mundo "real". El Mundo Izquierdo Del Cerebro Y La Vida.
Real, y laputamadre (gracias). Claro que no hay nada mas "real" que una función cuadrática o una asíntota. De alguna forma y del sentido mas trágico nos enseñan con el ejemplo de lo que no hay que hacer, llegar al final, nunca hay que llegar al final y Arlos jamas llego.
Corrió su extremo por fantasías inimaginables con incalculable avidez. Pudo tejer historias del mas allá, y pudo también ser testigo y autor de relatos del mas acá, pero nunca se quedo donde estaba.
En el punto en el cual Arlos termino por aburrirse de los caleidoscopios, empezó a experimentar con la alquimia solo que su piedra filosofal, fue el amor.
Mezcló, fundió, quemó, calentó y recalentó, sumergió, reahogó y trituró los doscientoveinticuatromilveintiocho elementos de las tablas periódicas de la galaxia, para descubrir, al fin y al cabo, que la mecha que encendiera por fin la llama del freezer de su pecho no era otra cosa que el contacto de su hemisferio izquierdo con ese par de ojos violetas, que nacían todas las mañanas en el jardín de su casa en la Ciudad De Las Nubes, donde solo se accedía mediante una escalera de pintor, vieja y destruida, situada en el medio de un desierto que nadie jamás exploró.
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